29.10.18

Don Quijote y Sancho Panza no han muerto, todavía.


Don Quijote y Sancho Panza no han muerto, todavía.

En la escultura vemos al Quijote cabalgando sobre una Harley y a Sancho sobre una Vespa.

Pero, Don Quijote y Sancho Panza no han muerto, todavía.

Los vemos a diario, cabalgando al son del viento, por calles, rutas y autopistas.

Rutas que llevan al fin del mundo, al templo sagrado de Machu Picchu.
Rutas que llevan a la misteriosa Alaska.
Rutas que llevan a sueños imposibles, donde el cielo es muy azul y las golondrinas 
del alma conversan con las estrellas.

Entonces, cuando veas una moto viajera, mira el cielo, y si laten estrellas, es que:
Don Quijote y Sancho Panza no han muerto, todavía.

Carlos Martian

20.10.18

La Tragedia del Coatí


La Tragedia del Coatí

Este pequeño animal, que mide entre 40 y 150 centímetros, vive a lo largo de todo el continente americano, preferentemente en zonas húmedas y selváticas. Nuestro amigo, familiar lejano del Mapache, recibe diferentes nombres: Coatí, que en guaraní significa “nariz alargada”. También conocido como Tejón mexicano/americano ya que los conquistadores españoles lo llamaban tejón por el “parecido” a uno de los animales europeos. Los quechuas lo llamaban “sacha-mono”, que significa “casi un mono”. A otros, les agradaba llamarlo: Osito de los palos.

Yo lo llamo: el arbóreo desterrado.

Es de hábitos arborícolas. Sobre los árboles se moviliza con gran destreza, desplazándose a través de las ramas como si fuera un mono, utilizando su larga cola para aferrarse en caso de correr el riesgo de caerse. El coatí es un escalador profesional, con sus poderosas zarpas como si fueran crampones. A veces, los vemos al igual que los famosos suricatos, montando “guardias” para alertar ante algún peligro.

En mi último viaje a Cataratas del Iguazú, pude comprobar una triste realidad. En el pasado estos animalitos, pasaban alegremente la mayor parte de su tiempo sobre los árboles. En la actualidad, han abandonado las ramas y el follaje, y los vemos como una osada pandilla, merodeando los lugares donde circulan los turistas.

Qué ha sucedido?

Por su similitud con los animales domésticos, los turistas les ofrecen comida. Si tomamos en cuenta, que en temporada baja ingresan al Parque Nacional Iguazú cerca de 2000 personas por día, y en temporada alta cerca de 12.000 personas al día. Si tomamos en cuenta, que durante los doce meses del año, no hay un mes de intervalo o de descanso para estos seres vivientes, para su entorno, para el resguardo de nuestras generaciones futuras.

Todo se ha transformado en una inexorable y repugnante máquina de producir dinero, dinero y más dinero.

Esta es LA TRAGEDIA DEL COATÍ.

Ahora este animalito, simpático y peligroso, se caracteriza por ser experto en robos: descuidar una mochila, una cartera, un celular, un chupete, y más que nada la comida, es garantía de perderlos a manos de los espabilados coatíes, quienes pueden llegar a empecinarse con algún botín, y destruir todo a base de mordiscos y zarpazos.

Qué ha sucedido con estos seres libres? Ahora viven para hurgar y acumular.

Antiguamente todas sus ideas de felicidad acababan en un árbol. Hoy todas sus ideas de felicidad acaban en productos ingresados por intrusos visitantes.

El consumismo ha alcanzado su punto crucial, irracional y exacerbado.

Los coatíes, quieren consumir, poseer, lo que no necesitan. Han caído bajo el engranaje del perverso rodar humano. El yugo del consumismo azotó y azota la libertad serena de los coatíes.

Esta es LA TRAGEDIA DEL COATÍ.

Ya nunca. Nunca, volverán a ser felices prescindiendo de las cosas.

Carlos Martian

El Hombre de los Gatos por Carlos Martian



El Hombre de los Gatos 

Monté en la Golondrina Azul, moto con la cual había visitado meses atrás el Fin del Mundo (Usuahia). Surqué la autopista Buenos Aires - La Plata. Por debajo, el río conocido como Riachuelo, de aguas luminosamente oscuras como un espejo negro, como Reflejos, aquel óleo de Quinquela Martin.

Puse proa rumbo a la ciudad de Mar del Plata.

Horas después: el Sr. Mar.

Rodé por la ciudad marina, conocí el faro de Punta Mogotes de cinco franjas blancas y rojas.

El último día caminé por el paseo costero. Al llegar al mirador Cabo Corrientes, una manada de gatos sobre el afloramiento rocoso. Un hombre que les repartía agua y comida trepó entre las rocas, y se apoyó sobre el murete costero como si fuera el balcón de su casa.

 —¿Los gatos no temen el furor del mar?   —pregunté .

 —Los gatos son el espejo de uno   —aseveró.

Habló, hablamos de filosofía, de sabiduría oriental, del respeto por los animales. Dijo ser vegetariano. Gustavo, así se llamaba, y sus gatos, llevaban 6 años viviendo sobre las rocas, a pasitos del mar. Atrás había dejado, el empobrecimiento y la narcoviolencia de su querida ciudad: La Plata.

Recordé la frase del Sutra de Diamante: El mendigo no es el mendigo, y es por ello que le llamo mendigo.

La gente continuaba circulando, remeras fluorescentes, auriculares ensimismados, autos de vidrios polarizados.

Supe, no se trataba de una SITUACIÓN DE CALLE, se trataba de una SITUACIÓN DE MAR.

Mientras que en alguna mesa del  casino giraba una nueva bolilla, se posó en mi mente la nieve de París del 54, el Abate Pierre.

Al amanecer, y antes de partir, decidí pasar a despedirme.

Entre la bruma y la brizna:  ¡Gustavo, Gustavo!   —grité.

Enarboló sus ojos de mar entre las rocas, luego subió hasta el murete, le entregué una bolsa con frutas. Nos estrechamos las manos silenciosas, y una lágrima alzó vuelo, tras el visor del casco.

C.M.

artículo publicado en Revista Industria Argentina, (Comunidad Cultural barrial de Saavedra, N°73, julio-agosto 2018), por Carlos Martian


6.9.18

Sulla Neve

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Sulla Neve

Ricordo che  è successo molto tempo fa. Molto tempo.
Mia nonna si chiamava Filomena. Mia nonna non è qui, anche se lei è qui.
La vedo camminare sulla neve di questo foglio.
Lei era una persona dolce.
Fa male ricordare,  lei non c'è più.
Mi piace ricordarla. Lei mi ha lasciato le cose più belle.
L'amore della vita. La pazienza. La tenacia della resistenza. La pietà.
Il perdono.
Mia nonna mi  coccolava con le sue parole, con l'invincibile bontà dei cieli luminosi.
Sento ancora la sua macchina da cucire. Sempre ricamando.
Ricordo le sue mani laboriose. Il suo infinito ottimismo.
Mia nonna mi coccola ancora con i suoi fili invisibili.
Tanto tempo fa,  così poco fa.
Lei ha coccolato la mia anima con le sue umili parole. Piccole parole che volavano e fino ad oggi mi scortano.
Questo argomento mi commuove molto. Mi commuove perché lei non vive più. No. Ma devo dire che le anime buone non muoiono mai, sono condannate a rinascere.
Lei, mia nonna, vive su questo foglio coperto di neve, e qui, sulla mia scrivania sta ancora nevicando, e la neve coccola tutta la mia anima.

Grazie!

Carlos Martian

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