4.12.16

Dios confunde

Dios confunde

Llegué al primer piso.

Los abuelos estaban agobiados por el calor de diciembre.

La brisa tibia escalaba por los ventanales

y mientras ayudaba a las hermanitas a servir la comida

sonaba una olvidada canción de Nino Bravo.


Pregunté si sabían algo del misterioso angelito que había

guiado a los rescatistas hasta el lugar de la tragedia.

 —así como apareció desapareció-   --dijo un seminarista.

Una de las cocineras agregó su bocadillo  fue un milagro-.

Chiquita, una de las ancianas que suele recitar a Borges, 

sorprendente luminosidad   --agregó Chiquita, una de las ancianas que suele recitar a Borges—.

 

Se formó una ronda en el comedor y todos veían en el niño un ángel

Niño       Ángel

Ángel      Niño

 

Yo mientras tanto barruntaba que en la tierra del realismo mágico

todo podría ser posible.

Los abuelitos seguían masticando con una voracidad exánime.

 

Me acerqué a una de las mesas y comenté lo sucedido

Dios confunde   dijo el padre Luis, un sacerdote jubilado


Quedé unos minutos turbado, como avistando posible el Paraíso,

y que ciertos ángeles, tal vez custodiaban mi camino.

Puse rumbo hacia la sala de tv ordenando el tránsito de silla de ruedas.

El noticiero continuaba con el rimbombante homenaje al equipo Chapecoense, y alguien respondía a un periodista:

Cuando veo esta lluvia yo creo que debe ser San Pedro llorando por la muerte de estos jugadores.

 

Finalizada mi misión, y ya bajando la escalinata de mármol, cortésmente saludo a la madre del hogar, a quien con intriga y con prisa pregunto:

¿han encontrado al niño ángel?

Ya lo han encontrado. Era un lugareño-  dijo con benevolencia

 

Las palabras del aquel sacerdote regresaron a mí como un eco de hielo.

Dios confunde

Dios confunde

Dios confunde


C.M.

 

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