20.10.18

La Tragedia del Coatí


La Tragedia del Coatí

Este pequeño animal, que mide entre 40 y 150 centímetros, vive a lo largo de todo el continente americano, preferentemente en zonas húmedas y selváticas. Nuestro amigo, familiar lejano del Mapache, recibe diferentes nombres: Coatí, que en guaraní significa “nariz alargada”. También conocido como Tejón mexicano/americano ya que los conquistadores españoles lo llamaban tejón por el “parecido” a uno de los animales europeos. Los quechuas lo llamaban “sacha-mono”, que significa “casi un mono”. A otros, les agradaba llamarlo: Osito de los palos.

Yo lo llamo: el arbóreo desterrado.

Es de hábitos arborícolas. Sobre los árboles se moviliza con gran destreza, desplazándose a través de las ramas como si fuera un mono, utilizando su larga cola para aferrarse en caso de correr el riesgo de caerse. El coatí es un escalador profesional, con sus poderosas zarpas como si fueran crampones. A veces, los vemos al igual que los famosos suricatos, montando “guardias” para alertar ante algún peligro.

En mi último viaje a Cataratas del Iguazú, pude comprobar una triste realidad. En el pasado estos animalitos, pasaban alegremente la mayor parte de su tiempo sobre los árboles. En la actualidad, han abandonado las ramas y el follaje, y los vemos como una osada pandilla, merodeando los lugares donde circulan los turistas.

Qué ha sucedido?

Por su similitud con los animales domésticos, los turistas les ofrecen comida. Si tomamos en cuenta, que en temporada baja ingresan al Parque Nacional Iguazú cerca de 2000 personas por día, y en temporada alta cerca de 12.000 personas al día. Si tomamos en cuenta, que durante los doce meses del año, no hay un mes de intervalo o de descanso para estos seres vivientes, para su entorno, para el resguardo de nuestras generaciones futuras.

Todo se ha transformado en una inexorable y repugnante máquina de producir dinero, dinero y más dinero.

Esta es LA TRAGEDIA DEL COATÍ.

Ahora este animalito, simpático y peligroso, se caracteriza por ser experto en robos: descuidar una mochila, una cartera, un celular, un chupete, y más que nada la comida, es garantía de perderlos a manos de los espabilados coatíes, quienes pueden llegar a empecinarse con algún botín, y destruir todo a base de mordiscos y zarpazos.

Qué ha sucedido con estos seres libres? Ahora viven para hurgar y acumular.

Antiguamente todas sus ideas de felicidad acababan en un árbol. Hoy todas sus ideas de felicidad acaban en productos ingresados por intrusos visitantes.

El consumismo ha alcanzado su punto crucial, irracional y exacerbado.

Los coatíes, quieren consumir, poseer, lo que no necesitan. Han caído bajo el engranaje del perverso rodar humano. El yugo del consumismo azotó y azota la libertad serena de los coatíes.

Esta es LA TRAGEDIA DEL COATÍ.

Ya nunca. Nunca, volverán a ser felices prescindiendo de las cosas.

Carlos Martian

El Hombre de los Gatos por Carlos Martian



El Hombre de los Gatos 

Monté en la Golondrina Azul, moto con la cual había visitado meses atrás el Fin del Mundo (Usuahia). Surqué la autopista Buenos Aires - La Plata. Por debajo, el río conocido como Riachuelo, de aguas luminosamente oscuras como un espejo negro, como Reflejos, aquel óleo de Quinquela Martin.

Puse proa rumbo a la ciudad de Mar del Plata.

Horas después: el Sr. Mar.

Rodé por la ciudad marina, conocí el faro de Punta Mogotes de cinco franjas blancas y rojas.

El último día caminé por el paseo costero. Al llegar al mirador Cabo Corrientes, una manada de gatos sobre el afloramiento rocoso. Un hombre que les repartía agua y comida trepó entre las rocas, y se apoyó sobre el murete costero como si fuera el balcón de su casa.

 —¿Los gatos no temen el furor del mar?   —pregunté .

 —Los gatos son el espejo de uno   —aseveró.

Habló, hablamos de filosofía, de sabiduría oriental, del respeto por los animales. Dijo ser vegetariano. Gustavo, así se llamaba, y sus gatos, llevaban 6 años viviendo sobre las rocas, a pasitos del mar. Atrás había dejado, el empobrecimiento y la narcoviolencia de su querida ciudad: La Plata.

Recordé la frase del Sutra de Diamante: El mendigo no es el mendigo, y es por ello que le llamo mendigo.

La gente continuaba circulando, remeras fluorescentes, auriculares ensimismados, autos de vidrios polarizados.

Supe, no se trataba de una SITUACIÓN DE CALLE, se trataba de una SITUACIÓN DE MAR.

Mientras que en alguna mesa del  casino giraba una nueva bolilla, se posó en mi mente la nieve de París del 54, el Abate Pierre.

Al amanecer, y antes de partir, decidí pasar a despedirme.

Entre la bruma y la brizna:  ¡Gustavo, Gustavo!   —grité.

Enarboló sus ojos de mar entre las rocas, luego subió hasta el murete, le entregué una bolsa con frutas. Nos estrechamos las manos silenciosas, y una lágrima alzó vuelo, tras el visor del casco.

C.M.

artículo publicado en Revista Industria Argentina, (Comunidad Cultural barrial de Saavedra, N°73, julio-agosto 2018), por Carlos Martian


6.9.18

Sulla Neve

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Sulla Neve

Ricordo che  è successo molto tempo fa. Molto tempo.
Mia nonna si chiamava Filomena. Mia nonna non è qui, anche se lei è qui.
La vedo camminare sulla neve di questo foglio.
Lei era una persona dolce.
Fa male ricordare,  lei non c'è più.
Mi piace ricordarla. Lei mi ha lasciato le cose più belle.
L'amore della vita. La pazienza. La tenacia della resistenza. La pietà.
Il perdono.
Mia nonna mi  coccolava con le sue parole, con l'invincibile bontà dei cieli luminosi.
Sento ancora la sua macchina da cucire. Sempre ricamando.
Ricordo le sue mani laboriose. Il suo infinito ottimismo.
Mia nonna mi coccola ancora con i suoi fili invisibili.
Tanto tempo fa,  così poco fa.
Lei ha coccolato la mia anima con le sue umili parole. Piccole parole che volavano e fino ad oggi mi scortano.
Questo argomento mi commuove molto. Mi commuove perché lei non vive più. No. Ma devo dire che le anime buone non muoiono mai, sono condannate a rinascere.
Lei, mia nonna, vive su questo foglio coperto di neve, e qui, sulla mia scrivania sta ancora nevicando, e la neve coccola tutta la mia anima.

Grazie!

Carlos Martian

7.7.18

Le rondini d'Italia


Le rondini d'Italia

Ricordo quel mezzogiorno del 30 novembre. Sono arrivato all'aeroporto di Ezeiza con l'ansia logica di chi viaggia per la prima volta nella terra dei suoi loro antenati. Una volta che i documenti sono stati completati, mi sono preso un caffè e ho aspettato l'ora della partenza. Grande era la gioia quando ho guardato verso il cielo celeste e ho individuato delle belle rondini, che pianificavano come ballare.

- Ci sono rondini, è di buon augurio - ho detto.
Certo, succede che è appassionato di questi animali da viaggio.

La rondine è un simbolo di vita, di vita in continuo movimento, di andare e di essere migratori, di rinascita primaverile, di libertà e di purezza. È vero, molto difficile che li vediamo a terra, un cavo di sumo qualcuno, se si incontrano soprattutto in assemblea quando alato, prestano da un'ora determinata verso un altro continente. Pertanto mangiano, viaggiano e dormono nell'aria, e da lì devono purezza.

A volte pensavo, quel Costantino, mio nonno, è partito da quel paesino, come una rondine, una rondine che viaggia con il desiderio della primavera che attraversa il mare.

Ho volato con Alitalia, e tutto ciò che ho vissuto in Italia è stato meraviglioso. Roma con il suo passato, il circo di ieri e le bestie feroci Gladiatori, Napoli con i suoi molluschi, Capri e la collina azzurra che nel 1952 ha conosciuto il poeta  esiliato Pablo Neruda.

Alla fine ho viaggiato in treno da Roma a Paola. Dopo 5 ore di casi. Sono arrivato alla stazione che porta il nome di San Francesco di Paola, eremita e patrono dei marinai italiani. Ho deciso di fare i 10 km. che mi separavano da Marina di Fuscaldo, la città di mio nonno.

Cucendo la valigetta di roditore stava sfiorando la rue. Da un lato lo splendido Mar Tirreno e ad est le verdi colline. Poco dopo, il cartello azzurro annunciava: "Marina di Fuscaldo".

Sospirai e dissi: - È un peccato che in questo autunno non ci siano rondini.

Diedi qualche altro passo. Con mia grande sorpresa, come per magia, verso le colline appare il volo felice e rapido di alcune rondini. Non solo credere. Un brivido mi attraversò.


- Ci sono rondini, è di buon augurio - dissi.

C.M.

6.6.18

Los elefantes buenos van al cielo

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(imagen Google)

Los elefantes buenos van al cielo

a la memoria de Pelusa, elefanta muerta un 4 de junio de 2018 en el Zoo de la ciudad de La Plata


Este texto no será leído en festivales

ni en revistas de poesía

ni en lecturas por zoom

ni siquiera los versados en banalidades

se interesarán por él

ni tampoco los cazadores del marfil


pero al escuchar la noticia

Felipe

Felipito de siete años me dijo:

–la elefanta Pelusa no viajará a Brasil.

–¿Por qué?

–porque se murió y viajará al cielo. Los elefantes buenos van al cielo.   

–Claro, es cierto    –respondí suspirando.

–¿Pelusa va a estar solita?     –preocupado insistió

–No, los elefantes se reencuentran con su manada, ALEGRES, con su manada.          –traté de tranquilizarlo.

 

En la calle latían las estrellas del otoño

giraban mudos los ayeres

bolsitas de restallantes maníes

giraban

piruetas de un circo triste y alegre

giraban.


Felipe    Felipito tenía razón

Los elefantes buenos van al cielo

y Pelusa la buena de Pelusa a su modo

como los árboles    valerosos árboles

murió de pie.


C.M.


26.4.18

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Mi piace il profumo del tiglio
Mi piace la solitudine dell'alba
Mi piace la formica che porta la foglia
Mi piace il pane e il canto del grillo
Mi piace la metafora e il blu
Mi piace il vento invisibile
Mi piace la neve quando cade
Mi piace la luna sul mare
Mi piace il calore del legno

Non mi piace
Non mi piace il cielo senza stelle
Non mi piace la bugia sorridente
Non mi piace l'uccello senza ali
Non mi piace lo specchio che non mi parla
Non mi piace la canzone senza vino
Non mi piace il vino senza una parola
Non mi piace la maschera triste del teatro
Non mi piace il teatro senza passione
Non mi piace l'ira del vulcano

Mi piacciono
Mi piacciono le notti iluminate
Mi piacciono le nuvole con l'arcobaleno
Mi piacciono le vecchie scarpe del camminante
Mi piacciono le barche e i gabbiani
Mi piacciono le lettere e i crepuscoli
Mi piacciono le rose dei venti e le rondini
Mi piacciono gli orsi dell'Alaska e le foglie gialle
Mi piacciono le risate di Pulcinella
Mi piacciono i suoni dell'incontro

Non mi piacciono
Non mi piacciono le cittá caotiche
Non mi piacciono gli alberi senza uccelli
Non mi piacciono le mani senza abbraccio
Non mi piacciono gli autunni senza foglie
Non mi piacciono le ore perse
Non mi piacciono le parole vuote
Non mi piacciono le strade senza gelsomini
Non mi piacciono gli inmigranti annegati nel Mediterraneo
Non mi piacciono i mari como tombe

C.M.

ARTHUR UN PERRO

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