LA CASA DE ATAHUALPA YUPANKI
Regresando en moto desde el Machu Picchu (Perú), y ya bordeando el medio día, ingresé a la zona norte de la Provincia de Córdoba. Surqué la intersección de los departamentos Río Seco, Sobremonte, y Tulumba. Bajo un sol de estío, y un cielo bien celeste, danzaba el misterio.
El nuevo destino, fue conocer la casa-museo del inolvidable cantor y poeta Atahualpa Yupanqui. La moto avanza con un galope lento y casi onírico hacia la casa de Don Ata.
Ascendí hasta la cima del cerro Colorado, entre las almas de las piedras del camino. Hacia un lado el arroyo Los Tártagos, aguas claras.
Trasponiendo la tranquera apareció “Agua Escondida”, nombre de la Casa
de Atahualpa Yupanqui quien la utilizaba como refugio, después de sus viajes
por distintos lugares del mundo.
El alma del poeta cantor late en este mágico paisaje rodeado de garabatos, de chañares, de viejos algarrobos,, de quebrachos blancos, de quebrachos colorados.
Dentro de esta antigua residencia, hoy
transformada en museo, se exhiben objetos personales del famoso compositor y
poeta. Desde un cuadro pintado y autografiado por Benito Quinquela Martín,
hasta la guitarra encordada para zurdo y personal de Atahualpa.
Atahualpa Yupanqui falleció en Nimes, Francia, el 23 de mayo de 1992. Se encontraba en la ciudad francesa para recibir un homenaje.
Atahualpa decía que "siempre bajo un árbol anida un pájaro y entonces, el sueño del poeta se vuelve golondrina". Por ello, sus cenizas descansan bajo un roble francés tal como era su deseo de última voluntad, en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.
Antes de partir, hacia lo alto del Cerro Colorado sobrevolaban cientos de golondrinas.
Don Ata, como lo llamaba Favaloro, en París cantó con Edith Piaf, y vivió en la casa de Paul Eluard.
¿Lo sabías?
C.M.
LUNA TUCUMANA - Zamba
Yo no le canto a la luna
porque alumbra y nada más;
le canto porque ella sabe
de mi largo caminar
¡Ay, lunita tucumana,
tamborcito calchaquí;
compañera de los gauchos,
en las sendas de Tafí!
Perdido en las cerrazones,
¿quién sabe, vidita, por dónde andaré?
Mas cuando salga la luna,
cantaré, cantaré
a mi Tucumán querido;
cantaré, cantaré, cantaré.
Con esperanza o con pena,
en los campos de Acheral,
yo he visto a la luna buena
besando el cañaveral.
En algo nos parecemos,
luna de la soledad:
yo voy andando y cantando,
que es mi modo de alumbrar.