Ucrania, mientras suenan las sirenas, la nieve cae.
Chaya
Pinjasovna Lispector, o simplemente Clarice Lispector, nacida el 10 de
diciembre de 1920, en Chechellnik (República Socialista Soviética de Ucrania).
Luego de la revolución rusa en 1917, y debido a la persecución de los judíos,
su familia emigra en 1922 a Brasil. Tomó un nombre portugués, y Chaya se
convirtió en Clarice.
En
1944, y en plena Segunda Guerra Mundial, realiza su primer viaje a Europa,
(Nápoles). Durante el conflicto, prestó auxilio en hospitales a soldados
brasileños heridos, y fue
voluntaria con el cuerpo de enfermeras de la FEB (Fuerza Expedicionaria
Brasileña).
¿Qué
nos diría hoy Clarice?
¡Clarice!
Ucrania, tanques, misiles. Un bebé nace, un bebé muere.
Escucho
la radio, corresponsales en línea, hablan de invasión, relatan una escena
conmovedora, y repiten finalmente que el amor siempre triunfa. Cumplen su
misión. Intento de dulcificar el crimen y el horror de las armas.
Más
atroz que la guerra, son las secuelas de la guerra. Las víctimas de la guerra
emprenden diferentes viajes, muchos de ellos, sin retorno. La parálisis y el
éxodo. El alcoholismo, y otras adicciones; la alienación y el suicidio; la ira
o el abatimiento crónicos.
Los argentinos vivenciamos una guerra inútil y
absurda. Creemos haber conocido la desesperación y la esperanza; la
indiferencia, y la solidaridad.
Los
argentinos conocemos también algo de la disociación psíquica. Personas en tiempo de guerra, perplejas, contemplando las imágenes de un partido de fútbol, frente a las pantallas de televisión.
En
estos tiempos apocalípticos, rige el Imperio del psicópata. Actualmente, ya sus
rasgos no espantan, ni asombran, se ha logrado naturalizar la manipulación y la
violencia. Cosificar al Otro. Otro: simple número para estadísticas y censos.
Personalidades
de acción, vanagloriadas por los mass media, se mueven como peces en el agua,
localizan a sus víctimas, radarizan y tienden redes, hilos del mover,
transacciones y mercancías del ir y venir, interdependencias psicopáticas que se expanden como las raíces de las cañas bajo tierra.
El
juicio psicológico de una persona abarca cuatro etapas. La persona identifica,
relaciona, compara y valora. El psicópata no valora, manipula, cosifica, utiliza.
Así las cosas, nada es lo que parece, un efecto de Mamushka Rusa. ¿Dónde está?
¿Quién lo tiene?
El
goce ante la crueldad, y el sufrimiento de los seres vivos, un ingrediente
imprescindible, y necesario. Entre cálculos fríos, accionar y avanzar, en medio
del descalabro, el pánico, y la sumisión. Escarmentar es reinar, y el fin justifica los medios.
¡Oh Clarice! Ucrania, tanques,
misiles. Un bebé muere, un bebé nace.
Permítanme recordar a la
poeta española: Gloria Fuertes, quien conoció el horror de la guerra, y en su
singular poema: “¿Dónde vas Carpintero?”, nos dice …”Yo me voy a la guerra para
pararla”.
¿Cómo se para una guerra? Absurda guerra. Absurdas guerras.
Tarás
Shevchenko, poeta ucraniano, nació en Móríntsi, 9 de marzo de 1814.
Su
obra legitimó el idioma ucraniano como lengua de cultura y la cantaba y canta
el pueblo ucraniano, impulsando a más escritores a escribir en la lengua
ucraniana, hasta entonces considerada por muchos como un dialecto del
ruso.
Dentro
de los muros de la prisión, mientras esperaba sentencia, escribió una pieza
lírica excepcional, el poema “El huerto de los cerezos al lado de casa...”. Su
amor inquebrantable hacia Ucrania, lo expresa en el poema: “No hace la diferencia para mí”.
Tarás
Sevchenko, pasó los últimos años de su vida escribiendo poesía y pintando, pero
tras los años de exilio, su salud se deterioró y murió en San Petersburgo
el 10 de marzo de 1861.
Es
febrero 2022, todavía estamos atravesando las secuelas de una pandemia, y el coloso de Goya,
en un aquelarre sordo de locura y muerte sigue deambulando por el mundo.
Ucrania, mientras suenan las sirenas, la nieve cae.
Les
dejo un poema del poeta Tarás Schvchenko.
No hace la
diferencia para mí
si viviré o no en Ucrania
o si alguien pensará en
mí en medio de la nieve y la lluvia
extranjeras.
No hace la diferencia para mí.
En la esclavitud crecí en medio de
extraños, sin ser
arrastrado por ningún pariente mío;
En la esclavitud ahora moriré
y desapareceré sin ninguna señal.
No dejaré el menor rastro
sobre nuestra gloriosa Ucrania,
nuestra tierra, pero no como la
nuestra.
Ningún padre le recordará a su hijo
ni le dirá: "Repita una oración,
una oración por él; por nuestra
Ucrania.
Lo torturaron en su guarida".
No me importa
si ese hijo dice una oración o no.
Para mí es una gran diferencia que la
gente malvada y los hombres malvados
ataquen nuestra Ucrania, una vez tan
libre,
y la roben y saqueen a voluntad.
Eso hace una gran diferencia para mí.
Tarás Shevchenko,
prisión de la ciudadela de San
Petersburgo, mayo de 1847
Traducido
por Clarence A. Manning, Universidad de Columbia, Nueva York, 1944
Ucrania, mientras suenan las sirenas, la nieve cae. Por Carlos Martian.
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