renacen las orquídeas
¡y cuánto sol!
Palabra que viene
del verbo latino natāre. Desplazarse
en el agua, ejecutar los movimientos necesarios, sin tocar el suelo ni otro
apoyo.
Nadar, con cada
braceada el minutero avanza y retrocede.
El agua circula,
fluye, envuelve. Los pensamientos levitan. Despierta el mito griego de Hero, y su amado Leandro.
Hero, sacerdotisa
de Afrodita, vivía en una torre en el Helesponto y Leandro vivía al otro lado
del estrecho y se amaban en secreto, pues sus padres se oponían. Para verse, los
jóvenes llevaron adelante un plan. Hero encendía una lumbre en lo alto de su
torre y Leandro se guiaba por la luz, como si fuera un faro, y así él cruzaba a
nado para unirse con su amada.
Nadar. Amar. Nadar.
Una noche se
desató una furiosa tormenta. Hero se había quedado dormida, sin darse cuenta de
que la lumbre se había apagado. Leandro luchaba con las imbatibles olas del mar
y al no ver la luz, se perdió y se ahogó. Hero descubrió el cuerpo exánime sobre la playa, y
desolada se quitó la vida. Las doloridas burbujas de agua ascendieron, y como estrellas cubrieron el cielo, recordando esta bella leyenda de amor
eterno.
Nadar. Amar.
Nadar.
Palpita el crepúsculo con sus reflejos ilusorios sobre el agua. Nadar y sumergirse, refugiarse en la acuosa ingravidez. Regresar a un lugar seguro, donde el tiempo y el silencio fluyen, y se abrazan con el misterio fugaz de la vida, y de la muerte.
C.M.
ESCUCHANDO
UNA SINFONÍA DE TCHAIKOWSKY
el crepúsculo invernal
palpita
en Buenos Aires y el tiempo
se extingue y nace y retrocede.
La melodía domestica las ansias
Buenos Aires por un momento
será San Petersburgo y suena la
“Nº 5 en mi menor Op. 64”.
Escuchando una Sinfonía de Tchaikowsky
en la sala roja de conciertos
vociferan inaudibles truenos y
relámpagos
resabios de un alma dulcemente
atormentada.
La melodía se enciende y se apaga
como la montaña rusa del destino
como una partida ilusoria
hacia el arcoíris del abismo.
La melodía se apaga y se enciende
como el vuelo triunfal del vencejo
como cenizas hechas corona
hacia la fama evanescente.
Escuchando una Sinfonía de Tchaikowsky
suenan los redobles del timbal
y luego las trompetas
las cuerdas y la flauta.
La melodía se enciende y se apaga
se apaga y se enciende
alucinación y apocalipsis.
Los aplausos se ponen de pie
y las palmas sepultan recuerdos
del silencio del veneno fatal.
C.M.
STRAY DOGS Camberley Kate va o iba con su carro de madera por Camberley High Street rodeada por una manada fiel de perros de todos los tama...