ESCUCHANDO
UNA SINFONÍA DE TCHAIKOWSKY
el crepúsculo invernal
palpita
en Buenos Aires y el tiempo
se extingue y nace y retrocede.
La melodía domestica las ansias
Buenos Aires por un momento
será San Petersburgo y suena la
“Nº 5 en mi menor Op. 64”.
Escuchando una Sinfonía de Tchaikowsky
en la sala roja de conciertos
vociferan inaudibles truenos y
relámpagos
resabios de un alma dulcemente
atormentada.
La melodía se enciende y se apaga
como la montaña rusa del destino
como una partida ilusoria
hacia el arcoíris del abismo.
La melodía se apaga y se enciende
como el vuelo triunfal del vencejo
como cenizas hechas corona
hacia la fama evanescente.
Escuchando una Sinfonía de Tchaikowsky
suenan los redobles del timbal
y luego las trompetas
las cuerdas y la flauta.
La melodía se enciende y se apaga
se apaga y se enciende
alucinación y apocalipsis.
Los aplausos se ponen de pie
y las palmas sepultan recuerdos
del silencio del veneno fatal.
C.M.
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