Mientras
tanto cae una bomba en el Teatro Dramático Regional de Donetsk en Mariúpol,
Ucrania
—No eres héroe de
guerra —le
dijo Fiodor Novikov
—Soy un héroe y guerrero
de mi patria —replicó Ivan Volkov
—¿héroe de guerra,
combatiente, guerrero?
—Así es, soy lo que soy –insistió Ivan
Volkov
—No, no lo eres. Eres un
asesino, todo aquel que empuña un arma contra otro ser, es un asesino. Decir
héroe de guerra es un eufemismo de asesino.
—respondió Fiodor Novikov
—¡Que dice! No hay mayor honor que las medallas, el
reconocimiento y respeto de la gente. No hay mayor victoria que exterminar al
enemigo.
—Veo
que es tarea difícil convencer a un necio. La paz como la guerra se lleva en la
sangre. La misma sangre que bombea nuestro corazón. La única guerra que tiene
sentido, es la que lleva adelante una persona que lucha por sus sueños.
—Deje
sus palabras de arpillera. Nada más excitante que el sabor de la conquista, ver
arrodillados a los débiles y pacíficos pusilánimes.
—¿Pero
los niños, los ancianos, las mujeres, y todos aquellos que no eligieron esa
guerra?
—Algunos
deben morir, es parte de la guerra. Se debe destruir para construir. La guerra
la hacen los valientes. La guerra purifica.
—Le
voy a decir una última cosa: El héroe más grande en todo el mundo, es el héroe
de la Paz. Yo creo en los héroes de la paz, en los combatientes de paz. Los
cobardes aceptan ir a la guerra, aceptan herir, matar y aniquilar todo a su
paso. Esos cobardes temen rebelarse a un poder. Poder que en la mayoría de los
casos, es un poder autoritario, demencial, y con un sentimiento de odio y
desprecio hacia la humanidad. Los soldados no deberían ir a la guerra, deberían
ir a la Paz. Los auténticos héroes son los Héroes de Paz, aquellos que se
niegan hacer la guerra, y saben que por su decisión pueden ser condenados y ejecutados,
y afrontan el riesgo de esa posibilidad, de esa filosa amenaza de muerte. Lo
hacen por la Paz.
—No me gusta escuchar lo que dice.
Nosotros nos formamos para la guerra. ¿Quiénes son sus malditos héroes de Paz? —dijo Ivan
Volkov enrojecido y alzando la voz.
—Lo siento por usted, y hasta lo compadezco. Entre mis
héroes de Paz se encuentran: Gandhi; Muhammad Alí; Alice Herz; Herman Hesse; Thích
Quảng Đức; Bukowski, el mal llamado desertor de la segunda guerra mundial; aquel
joven bailarín del ballet Kirov llamado Rudolf Nuréyev; Albert Schweitzer; Linus
Pauling; Andréi Dmítrievich Sájarov. Y no quisiera
olvidarme de los 100 veteranos de guerra, que en 1966, intentaron entrar a la
Casa Blanca, para devolver personalmente al presidente sus condecoraciones de
guerra; ni del soldado Conrad Schumann, quien al saltar el Muro de
Berlín, nos dejó el claro mensaje, que ya no más muros siniestros.
Como verá estoy
del lado de aquellos que se alistan en favor de la Paz. El poder disuasivo de
las armas, es un no poder.
—¡Váyase al diablo! ¡al diablo con sus malditos héroes!
Mientras tanto cae
una bomba en el Teatro Dramático Regional de Donetsk en Mariúpol, Ucrania. Y
reinan los trinos de silencio de los últimos pájaros.
Carlos
Martian