1.12.18
DICONO CHE LE RONDINI
28.11.18
¡OH BIRD! (CHARLIE PARKER) del libro JAZZ...
and all the children who
followed him
¡Oh Bird!
Carlos Martian
¡Oh Bird!
Carlos
Martian
31.10.18
El Cóndor No Pasa, por Carlos Martian -Post sobre la muerte de Cóndores en la Patagonia Argentina
-Post sobre la muerte de Cóndores en la Patagonia Argentina
El Cóndor No Pasa, por Carlos Martian
Recuerdo, en un viaje en moto, cuyo destino final era Machu Picchu. Viajé desde Buenos Aires a San Luis. Rumbeando hacia el norte, pude conocer: La Carolina, una maravillosa zona entre las sierras puntanas, al pie del Cerro Tomolosta de 2018 msnm y en las márgenes del Río Trapiche. El pequeño poblado tuvo sus orígenes en el año 1792. Fue al comienzo una comarca dedicada al trabajo minero, ya que allí se había instalado un trapiche dedicado a pulverizar el mineral de oro que se extraía en la cercana mina La Carolina.
Cerca del casco de La Carolina, pude visitar el Museo de la Poesía, creado en honor del poeta, filósofo, y maestro argentino Juan Crisóstomo Lafinur, nativo de ese lugar.
Recuerdo, esa maravillosa zona entre las sierras puntanas.
Recuerdo la tibieza invisible del viento, la soledad acompañada del viaje, el silencio vociferante del éxtasis que circunda la belleza.
Pero en algún momento, todo se detuvo: el latir de la moto, las agujas del tiempo, la reverberante nostalgia, el rodaje del cansancio, todo se detuvo. Elevé la vista, logrando contemplar inmaculadas estatuas aladas girando danzantes sobre mí.
Recuerdo. Sí recuerdo, allí tomé la foto que acompaña este post. Qué sentí? Fue un encuentro-descubrimiento majestuoso, casi sagrado. El viento, los cóndores y yo.
Todo se transforma cuando el Cóndor Pasa. Lo puedo asegurar, todo se transforma cuando, como dice la melodía compuesta por el músico peruano Daniel Alomia Robles: “el Cóndor Pasa”.
Pero hace unos días las noticias, derribaron alas de esperanza, derribaron aquello que vincula lo terrenal con lo sagrado, derribaron las sonrisas del alma: “Veintitrés cóndores andinos aparecieron sin vida en la Patagonia argentina” y el motivo sería, según la denuncia de la Fundación Bioandina Argentina, el envenenamiento por un agrotóxico que estaría prohibido en el país.
Como muchos de ustedes, siento cierto descorazonamiento.
Agradezco, haber tenido la enorme dicha de contemplarlos, allí en las alturas, agradezco me escoltaran en cierto tramo del viaje. No sé, francamente no sé, si generaciones futuras podrán tener la misma dicha. Solo deseo, no tengan que murmurar: El Cóndor No Pasa.
Carlos Martian
29.10.18
Don Quijote y Sancho Panza no han muerto, todavía.
20.10.18
La Tragedia del Coatí
La Tragedia del Coatí
Este pequeño animal, que mide entre 40 y 150 centímetros, vive a lo largo de todo el continente americano, preferentemente en zonas húmedas y selváticas. Nuestro amigo, familiar lejano del Mapache, recibe diferentes nombres: Coatí, que en guaraní significa “nariz alargada”. También conocido como Tejón mexicano/americano ya que los conquistadores españoles lo llamaban tejón por el “parecido” a uno de los animales europeos. Los quechuas lo llamaban “sacha-mono”, que significa “casi un mono”. A otros, les agradaba llamarlo: Osito de los palos.
Yo lo llamo: el arbóreo desterrado.
Es de hábitos arborícolas. Sobre los árboles se moviliza con gran destreza, desplazándose a través de las ramas como si fuera un mono, utilizando su larga cola para aferrarse en caso de correr el riesgo de caerse. El coatí es un escalador profesional, con sus poderosas zarpas como si fueran crampones. A veces, los vemos al igual que los famosos suricatos, montando “guardias” para alertar ante algún peligro.
En mi último viaje a Cataratas del Iguazú, pude comprobar una triste realidad. En el pasado estos animalitos, pasaban alegremente la mayor parte de su tiempo sobre los árboles. En la actualidad, han abandonado las ramas y el follaje, y los vemos como una osada pandilla, merodeando los lugares donde circulan los turistas.
Qué ha sucedido?
Por su similitud con los animales domésticos, los turistas les ofrecen comida. Si tomamos en cuenta, que en temporada baja ingresan al Parque Nacional Iguazú cerca de 2000 personas por día, y en temporada alta cerca de 12.000 personas al día. Si tomamos en cuenta, que durante los doce meses del año, no hay un mes de intervalo o de descanso para estos seres vivientes, para su entorno, para el resguardo de nuestras generaciones futuras.
Todo se ha transformado en una inexorable y repugnante máquina de producir dinero, dinero y más dinero.
Esta es LA TRAGEDIA DEL COATÍ.
Ahora este animalito, simpático y peligroso, se caracteriza por ser experto en robos: descuidar una mochila, una cartera, un celular, un chupete, y más que nada la comida, es garantía de perderlos a manos de los espabilados coatíes, quienes pueden llegar a empecinarse con algún botín, y destruir todo a base de mordiscos y zarpazos.
Qué ha sucedido con estos seres libres? Ahora viven para hurgar y acumular.
Antiguamente todas sus ideas de felicidad acababan en un árbol. Hoy todas sus ideas de felicidad acaban en productos ingresados por intrusos visitantes.
El consumismo ha alcanzado su punto crucial, irracional y exacerbado.
Los coatíes, quieren consumir, poseer, lo que no necesitan. Han caído bajo el engranaje del perverso rodar humano. El yugo del consumismo azotó y azota la libertad serena de los coatíes.
Esta es LA TRAGEDIA DEL COATÍ.
Ya nunca. Nunca, volverán a ser felices prescindiendo de las cosas.
Carlos Martian
El Hombre de los Gatos por Carlos Martian
El Hombre de los Gatos
Monté
en la Golondrina Azul, moto con la cual había visitado meses atrás el Fin del
Mundo (Usuahia). Surqué la autopista Buenos Aires - La Plata. Por debajo, el
río conocido como Riachuelo, de aguas luminosamente oscuras como un espejo
negro, como Reflejos, aquel óleo de
Quinquela Martin.
Puse proa rumbo a la ciudad de Mar del Plata.
Horas después: el Sr. Mar.
Rodé
por la ciudad marina, conocí el faro de Punta Mogotes de cinco franjas blancas
y rojas.
El
último día caminé por el paseo costero. Al llegar al mirador Cabo Corrientes,
una manada de gatos sobre el afloramiento rocoso. Un hombre que les repartía
agua y comida trepó entre las rocas, y se apoyó sobre el murete costero como si
fuera el balcón de su casa.
—¿Los
gatos no temen el furor del mar? —pregunté .
—Los
gatos son el espejo de uno —aseveró.
Habló, hablamos de filosofía, de sabiduría oriental, del respeto por los
animales. Dijo ser vegetariano. Gustavo, así se llamaba, y sus gatos, llevaban
6 años viviendo sobre las rocas, a pasitos del mar. Atrás había dejado, el
empobrecimiento y la narcoviolencia de su querida ciudad: La Plata.
Recordé la frase del Sutra de Diamante: El mendigo no es el mendigo, y es por ello que le llamo mendigo.
La
gente continuaba circulando, remeras fluorescentes, auriculares ensimismados,
autos de vidrios polarizados.
Supe, no se trataba de una SITUACIÓN DE CALLE, se trataba de una SITUACIÓN DE
MAR.
Mientras que en alguna mesa del casino
giraba una nueva bolilla, se posó en mi mente la nieve de París del 54, el
Abate Pierre.
Al amanecer, y antes de partir, decidí pasar a despedirme.
Entre
la bruma y la brizna: —¡Gustavo,
Gustavo! —grité.
Enarboló sus ojos de mar entre las rocas, luego subió hasta el murete, le
entregué una bolsa con frutas. Nos estrechamos las manos silenciosas, y una
lágrima alzó vuelo, tras el visor del casco.
C.M.
artículo publicado en Revista Industria Argentina, (Comunidad Cultural barrial de Saavedra, N°73, julio-agosto 2018), por Carlos Martian
6.10.18
6.9.18
Sulla Neve
Sulla Neve
Ricordo che è successo molto tempo fa. Molto tempo.
Mia nonna si chiamava Filomena. Mia nonna non è qui, anche se lei è qui.
La vedo camminare sulla neve di questo foglio.
Lei era una persona dolce.
Fa male ricordare, lei non c'è più.
Mi piace ricordarla. Lei mi ha lasciato le cose più belle.
L'amore della vita. La pazienza. La tenacia della resistenza. La pietà.
Il perdono.
Mia nonna mi coccolava con le sue parole, con l'invincibile bontà dei cieli luminosi.
Sento ancora la sua macchina da cucire. Sempre ricamando.
Ricordo le sue mani laboriose. Il suo infinito ottimismo.
Mia nonna mi coccola ancora con i suoi fili invisibili.
Tanto tempo fa, così poco fa.
Lei ha coccolato la mia anima con le sue umili parole. Piccole parole che volavano e fino ad oggi mi scortano.
Questo argomento mi commuove molto. Mi commuove perché lei non vive più. No. Ma devo dire che le anime buone non muoiono mai, sono condannate a rinascere.
Lei, mia nonna, vive su questo foglio coperto di neve, e qui, sulla mia scrivania sta ancora nevicando, e la neve coccola tutta la mia anima.
Grazie!
Carlos Martian
Pecos Bill
Pecos Bill siendo un niño un día se perdió fue criado por coyotes aullando se consoló. Pecos Bill siendo joven con su caballo ...
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